Un siglo de desigualdad: del fracaso de Tropical Love (1921) al reto de hacer cine en Puerto Rico hoy

Por: Marisel Flores Carrión

En 1921, la productora Porto Rico Photoplays, Inc., intentó hacer historia con Tropical Love (Amor Tropical), un filme producido por el primer y único estudio cinematográfico en Puerto Rico pero protagonizado, escrito y dirigido por talento estadounidense. La estrategia respondía a una lógica muy clara: si el cine puertorriqueño quería entrar al mercado estadounidense, tenía que parecerse a Hollywood. Actores del star system, guionistas norteamericanos, técnicos experimentados y escenas filmadas en inglés formaban parte de un mismo objetivo: competir en el centro desde la periferia. 

Pero no funcionó. A pesar de su elenco hollywoodense, Tropical Love no logró la exhibición amplia que Porto Rico Photoplays Inc., esperaba. Y su fracaso, lejos de ser un episodio aislado, ilumina una realidad que sigue vigente un siglo después: Puerto Rico produce cine desde una posición estructural de desigualdad.

Un mercado cerrado para los de afuera

El problema no era la calidad de la película ni la presencia de actores reconocidos. El obstáculo era el sistema industrial al que intentaban entrar. En 1921, los grandes estudios estadounidenses —Paramount, Fox, MGM— dominaban la producción, la distribución y hasta las salas de cine. Este control total, conocido como integración vertical, les permitía decidir qué películas llegaban al público. Además, imponían el llamado block booking, que obligaba a los cines a alquilar paquetes completos de películas para poder proyectar los títulos más populares. 

En ese escenario, una película producida desde Puerto Rico, sin respaldo de un gran estudio y distribuida por una compañía mediana como Associated Exhibitors, simplemente no tenía espacio para competir. Tropical Love no era vista como un producto confiable del aparato hollywoodense, aunque estuviera hecha por profesionales estadounidenses. Su origen caribeño pesó más que su contenido. 

Un siglo después, el obstáculo sigue siendo el mismo

Cien años más tarde, la situación ha cambiado en la superficie, pero no en el fondo. El cine puertorriqueño actual apuesta por actores locales, idioma español, temáticas propias y miradas profundamente puertorriqueñas. Sin embargo, enfrenta exactamente el mismo enemigo: la falta de acceso a un sistema de distribución que garantice la circulación de nuestras películas. 

Hoy no existe un aparato estatal que proteja al cine puertorriqueño. Basta recordar que la antigua Corporación de Cine de Puerto Rico, que en su momento funcionó como un ente autónomo con capacidad de gestión, hoy ha quedado reducida a una oficina limitada dentro del Departamento de Desarrollo Económico y Comercio: la Comisión de Cine. 

En otros países, el panorama es muy distinto. Instituciones como la Cinemateca Española, IMCINE en México, Cinemateca de República Dominicana o el Canadian Film Board asumen de manera coordinada las funciones esenciales de una industria nacional: financiar, promover, distribuir, conservar, internacionalizar y asegurar la circulación de sus películas. 

En Puerto Rico, en cambio, la ausencia de una estructura comparable obliga a que los cineastas independientes carguen con todas esas responsabilidades. Son ellos quienes deben producir, promover, gestionar festivales, negociar distribución, buscar ventas internacionales y, en ocasiones, literalmente llevar sus películas de un lugar a otro para no perder oportunidades de exhibición.

El resultado es evidente: a pesar de la enorme calidad de muchas producciones locales, la mayoría no logra un circuito de exhibición sostenido ni en Puerto Rico, y mucho menos fuera de la isla.

El problema no es creativo: es estructural

El contraste entre Tropical Love y el cine contemporáneo demuestra que las estrategias creativas pueden cambiar, pero la posición estructural del país no. En 1921, Porto Rico Photoplay apostó por imitar a Hollywood para entrar al mercado estadounidense; hoy, por el contrario, las producciones locales apuestan por la identidad puertorriqueña, por el idioma español y por actores nacionales. Pero en ambos casos el obstáculo es el mismo: Puerto Rico sigue operando desde una periferia colonial sin un Estado soberano que pueda proteger su industria cinematográfica.

A diferencia de países con cinematografías consolidadas —como India, que produce para un mercado interno enorme y controla su propio sistema de distribución y exhibición— Puerto Rico comparte el destino de la mayoría de los países con mercados pequeños: depende del modelo transnacional, donde el éxito o la visibilidad están sujetos a los ritmos, gustos y estructuras del mercado audiovisual estadounidense.

No contamos con políticas culturales propias, ni con legislación para fortalecer la distribución nacional, ni con tratados internacionales de coproducción, ni con programas fiscales, educativos o institucionales equivalentes a los de países con autonomía plena.

La desigualdad, entonces, no es un accidente histórico: es la consecuencia directa de la condición colonial y de un mercado global dominado por gigantes audiovisuales que operan desde Estados Unidos.

¿Qué nos enseña Tropical Love?

Nos recuerda que el talento —local o importado— no garantiza éxito si la estructura económica está diseñada para beneficiar a otros. Nos muestra que, desde sus inicios, el cine puertorriqueño ha tenido que luchar contra fuerzas industriales desproporcionadamente grandes. Y revela una verdad incómoda pero necesaria:

Mientras Puerto Rico no pueda proteger su cine, seguirá produciendo obras brillantes que deben sobrevivir en condiciones desiguales. 

Un siglo después, la pregunta sigue siendo la misma que la Porto Rico Photoplay Inc., se hizo en 1921: ¿cómo se construye una industria cinematográfica desde la periferia?

La respuesta aún está por escribirse. Pero algo sí es seguro: el cine puertorriqueño sigue vivo porque, a pesar de todo, siempre hemos encontrado la manera de contar nuestras historias.

* Las opiniones y puntos de vista de quienes escriben son de su exclusiva responsabilidad y no necesariamente reflejan la voz de la Asociación de Documentalistas de Puerto Rico, o de quienes colaboran con la misma. 

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